«El Señor está cerca«, declara la Biblia. «Sonríe, Dios te ama«, dice un sticker pegado a la ventana de un automóvil. «El calentamiento global es una amenaza para el planeta«, denuncian algunos periódicos. Frases que tal vez has escuchado y que forman parte del abanico de información que almacenas en las vastas estanterías de tu cerebro.
Ese es, precisamente, el tema: la información. Cuánta tienes, cómo la procesas, qué haces con ella, cuál desechas…
Todos buscamos fuentes serias y bien fundadas. Después de todo, de estas dependen nuestras decisiones y sus consecuencias.
Entre la maraña de datos, información o experiencias que recibes y aceptas como válidos, podemos reconocer dos tipos:
- Aquellas que has comprobado experimentalmente y en forma personal. Te ha dado resultado y ya: le pones el sello axiomático de OK y lo aceptas de aquí en más sin molestos análisis. Podemos incluir aquí eventos como el día de tu graduación, tu primer sueldo o las misteriosas luces que viste en el cielo una noche.
- Aquellas que no has comprobado experimentalmente y en forma personal, pero escuchaste o leíste de otros que te inspiran confianza. No te ha sucedido a ti, pero queda archivado en el estante “lo dijo súperfulano, así que debe ser cierto”. Aquí entran la póliza de seguro de tu casa, tu puesto en el trabajo y el anuncio de reducción de impuestos del Presidente de tu país.
Todos pertenecemos a estos dos tipos en mayor o menor medida. Aún los más escépticos, en algún punto, creen en cosas que no han visto.
Vamos ahora a adentrarnos en el tema del título.
Dios creó a Adán y Eva. Hizo un huerto llamado Edén y se lo dio a Adán para que disfrutase de él junto a su compañera. Dios le dio a Adán y a su mujer plena libertad para comer cualquiera de las frutas y otros alimentos que había en el huerto, pero le avisó que no debía comer la fruta del árbol del conocimiento del bien y del mal. “El día que de esa fruta comieres, te aseguro que morirás” le avisó Dios a Adán.
Bien, Adán desobedeció la única restricción que tenía en el lugar más perfecto de la creación, y las consecuencias fueron cataclísmicas. Por primera vez en la historia de la humanidad se cometió una falta, un pecado. Esto afectó a todo lo creado por Dios. El mismo día en que Adán transgredió la indicación de Dios, quedó desconectado espiritualmente de Él. Su desobediencia introdujo en el mundo el pecado, es decir, la imperfección, la enfermedad y la muerte, por entonces inexistentes en la Creación Divina.
Dios podría haber comenzado todo otra vez, pero no lo hizo. Dios nos ama. Él ES amor. De inmediato inició un plan para rescatar a la humanidad, perdida por causa del pecado. Dado que el pecado es muerte, alguien debía morir si pecaba. Los sacrificios de animales fueron establecidos como sustitutos del hombre por el castigo por sus pecados, pero esto no resolvía la condición básica de la humanidad. De la misma forma en que un hombre había perdido el dominio y la autoridad a causa del pecado, debía ser un hombre quien recuperara ese dominio viviendo una vida sin pecar en absoluto y luego pagando el precio de los pecados de la humanidad con su sacrificio.
Jesús vino al mundo hace poco más de dos mil años (dependiendo de cuándo estés leyendo este artículo) en un pueblo llamado Belén ubicado en una zona montañosa llamada Judea, situada al oeste del Mar Muerto -por entonces dominada por los romanos- en la actual región de Cisjordania.
Dice la Biblia que Jesús fue concebido por el Espíritu Santo en el vientre de María, casada con José. Jesús era, por consiguiente, Dios y hombre en la misma persona. Vivió una vida sin pecado, sanando enfermos, resucitando muertos y liberando a las personas de espíritus demoníacos. Fue apresado, castigado físicamente hasta lo inimaginable y condenado injustamente a muerte como un criminal. Resucitó tres días después y ahora está nuevamente con Dios. Su sacrificio logró la primer parte de nuestra re-conexión con Dios: el Espíritu que permitía a Adán comunicarse con Dios y que se había cortado en el Edén está ahora nuevamente disponible.
Y aquí está, simplificada, la información. Sabes quién es Adán y quien es Jesús, y por qué pasaron las cosas que pasaron. En la sección Videos tenemos artículos que tratan el tema con más profundidad.
Puede que lo espiritual no te interese o no creas en ello, pero resulta que estamos sumergidos en un reino espiritual ya sea malo o proveniente del diablo, como bueno o proveniente de Dios. El universo entero está regido por leyes físicas y por leyes espirituales. De nada vale que te opongas a la ley de gravedad: si te arrojas por una ventana lograrás mantener tus opiniones sólo hasta el primer piso. ¡Prueba en cambio la ley espiritual que dice “Más bienaventurado es dar que recibir” (Hechos 20:35) expresada por Jesús!
¿Recuerdas los dos tipos de información? Te redoblo la apuesta: “No tomas decisiones si no crees en ellas”. Esto aplica también a las decisiones tomadas al albur, pues el azar es una forma de creencia (muy arriesgada, por cierto).
Observa este hermoso versículo:
¿Cómo, pues, invocarán a aquel en el cual no han creído? ¿Y cómo creerán en aquel de quien no han oído? ¿Y cómo oirán sin haber quien les predique? (Romanos 10:14)
Dios te ama, insisto en predicarte esto. Lo dice la Biblia:
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16)
Jesús sacrificó Su vida por ti y por mi para vencer todo aquello que nos tenía prisionero: enfermedades, vicios, muerte y un largo etcétera. Todo. Su sacrificio logró la redención de todos los que creen en Él.
La palabra “Señorío” o “Señor” ha sumado a través de los siglos una naturaleza negativa. En el comienzo, Dios le dio señorío a Adán sobre toda la creación. Aún a cargo de toda la tierra, Adán tenía una estrecha y libre relación con Dios. Pero el señorío humano sin el consejo divino no tiene buen final. Separados del Hacedor, no somos capaces de administrar correctamente lo Hecho.
Mira tu nuevo lavarropas. Es totalmente automático y viene con garantía vitalicia de su fabricante (¡el mío hasta suena música cuando termina el ciclo de lavado!). Hace todo lo necesario para que tus prendas queden perfectamente limpias. Te lo han dejado en la puerta de tu casa, así que lo entras y lo colocas en tu espacio para el lavado. Quitas el embalaje y… ¿dónde está? ¡Ah…! El manual. Allí están todas las instrucciones de uso, además de procedimientos para la instalación, tomas de agua, desagüe y demás. Tiene también advertencias: conectar a una línea eléctrica en buenas condiciones, usar jabón de baja espuma, cuidado con dejar monedas y otros objetos en las prendas. Un verdadero prodigio de la tecnología de la colada.
No insultaré tu inteligencia explicándote esta ilustración. Sólo te diré: Dios es perfecto, amoroso, justo. Ha creado un universo perfecto con un ser humano perfecto. Cuando esto se arruinó por causa del mal uso, Dios inmediatamente hizo funcionar la garantía y nos proveyó de un Técnico que solucionó todos los desperfectos dejando su vida en ello y que en el futuro nos regalará la vida eterna a Su lado.
Perfecto, amoroso, justo… ¡Yo quiero que alguien así sea mi Señor!
Te invito hoy a conocer a Jesús y a aceptarlo para que dirija tu vida. No hay que subir una montaña, pagar fortunas o firmar una declaración jurada para esto.
Mira:
Si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo. (Romanos 10:9)
Y sigue:
Porque con el corazón se cree para justicia, pero con la boca se confiesa para salvación. Pues la Escritura dice: Todo aquel que en él creyere, no será avergonzado. (Romanos 10:10-11)
¿No es maravillosamente simple? Sólo busca un lugar privado y háblale. Dile algo como: “Señor Jesús, quiero que seas el que guíe mi vida de ahora en más. Creo que has resucitado de los muertos y te proclamo mi Señor y Salvador. Amén”
Él te está esperando con los brazos abiertos desde hace mucho, mucho tiempo.